Asamblea en España, Madrid:
Por Melcior Comes (Premio Josep Pla de Novel·la, 2008), publicado originalmente en catalán en El Singular Digital
Fotos: selección de este blog
¿Cuánto tardará la gente que se ha sentido impulsada a dar apoyo a las acampadas de los indignados a echarse atrás? Durante las últimas semanas hemos oído todo tipo de intelectuales, articulistas, almas candorosas de todo tipo sentirse solidariamente indignados y dar apoyo al movimiento del 15-M: enviar ánimos, estimular el movimiento, calentar el ambiente, y aplaudir ante muchas de sus proclamas. Los viejos guitarristas antifranquistas van a cantar, como si Franco estuviera vivo, o resucitado en una clase política zombi.
¿Cuándo tardarán en decir, ante el mal aire que se desprende y que acabará -muy posiblemente- de manera miserable: 'ay, yo eso no lo quería, esto empezó bien, eso era, en principio, una gran idea cívica, aunque entonces se descompuso, alguien lo adulteró, pero en principio estaba bien, sí, en principio era una gran idea... '? Pero desde el inicio -lo destacamos en esta tribuna- que esto estaba cargado de malas tendencias.
Así se transforman las conciencias, dicen, "sirven para tomar conciencia de la tomadura de pelo en que vivimos", dice El Periódico. Pues no: los que nos toman el pelo son -sobre todo- los que nos dicen que vivimos en una tomadura de pelo. Dice, refiriéndose a las acampadas: "estas acciones no son el colmo de la eficacia (junto a una pistola o de un decreto ley), pero, no obstante, el valor que tienen es más sólido y duradero". ¿La pistola como el colmo de la eficacia, al nivel de una ley? Ya veis hacia donde nos dejamos llevar: este es el subconsciente: nada se consigue si no es luchando de mala manera.
Es la retórica de siempre: llevamos más de cien años así. Llevamos más de cien años con la misma retórica antiburguesa, antimoderna, antidemocrática, a la que los intelectuales libertarios muy a menudo hacen de corifeos y de altavoz, retirándose de repente, pero, cuando se hace el paso de la retórica a la práctica, cuando se pasa del manifiesto pomposo al gesto expeditivo.
Entonces, viendo de qué manera tienen traducción las palabras inflamadas, los que habían apoyado se echan atrás y dicen: 'no, no era eso, no, eso es traición, eso no es, nuestras palabras han sido adulteradas, etc. '. Y volvemos a empezar, y así una y otra vez, hasta el fin de los tiempos. Tras los desastres del comunismo durante el siglo XX, ahora se vuelve también a los orígenes: el socialismo utópico, que Marx quiso llevar más allá haciéndolo científico. Sí, olvidemos el siglo XX (como apuntó Tony Judt) y volvamos al XIX, con su positivismo imbécil por un lado y por otro con la vieja retórica de la insurrección.
Parece que los catalanistas e independentistas han sido los primeros en darse cuenta de la farsa prototalitria -españolista, niveladora, antipluralista- que anida en todo el movimiento indignado. Desde esta tribuna que ya lo destacamos: hacer el juego a esta gente es arriesgarse a salir escaldado, es dar de comer a un monstruo que puede acabar por morderte. ¿Por qué tantos diarios han dedicado páginas y páginas, también animando y revolcándose en él? ¿Cómo es que los periódicos -"la prensa manipula", etc.- no se han dado cuenta de que ellos también están en el centro del objetivo contra el que quieren cargar esta gente inflamada? Entrad a Twitter y mirad cómo muerden -talibanamente- a Quim Monzó, todo porque les dedica tuits cargados de ironía.
En esto se demuestra muy claramente que la izquierda no ha hecho todos los deberes de pedagogía democrática que debía, y eso quizás le pasará una factura muy mala que pagar. De momento, un movimiento social que podría darles apoyo ha acabado alisando el terreno para que suba la derecha. En el fondo es lo que pretenden desde las plazas, pero: 'Como peor, mejor'. En esta línea, también aplaudieron implícitamente la intervención de los Mossos: ahora ya se sienten más perseguidos y más heroicos.
Sí, toda esta retórica 'antiderechista': equiparar la democracia a la tiranía, como implícitamente hace el panfleto de Hessel: todo este sentimiento de 'buenos y malos', todo este 'Quien no está con nosotros está contra nosotros', todo este pensamiento que afirma que la historia avanza a golpes, gracias a luchas y oposiciones heroicas, -como si lo que tocara ahora fuera la revolución y no la resistencia-, sí, todo este moblaje mental que nadie ha aprovechado para desmontar y que ahora es el fermento donde anidan las peores inclinaciones. Se comparan con las anticolonialistas (Gandhi) o los antirracistas (Martin Luther King)! O con los que pedían democracia durante el franquismo! Por favor! Amigos míos: ¡Ya sois libres! Escuchadlo: ¡ya eres libre! La revolución ya está consumada! Sólo tenéis que recoger sus frutos!
Se les ha enseñado que el progreso sólo se consuma gracias a electrochoques libertarios, como si lo que ahora tenemos fuera un régimen de opresión, torturas y violencia y no una democracia y un régimen de libertades. Se le ha repetido durante demasiado tiempo que la guillotina permitió consumar la Revolución. "Hay amargas escaleras que se han de subir", decía la frase de Durruti que pusieron sobre el monumento a Macià. Y ellos también tienen ganas de ver rodar cabezas, aunque sea de manera simbólica: "políticos, estáis todos despedidos" -reza un cartel en Plaza Cataluña-: "firmado: el pueblo". Pero la urna -el voto, la ley- es el instrumento para despedir políticos, y no la tienda de campaña.
Los que animan a resistir los Mossos, desde periódicos y tribunas: ¿por qué no explican que si los Mossos te hacen daño y pierdes un ojo, la nariz o un diente, no puedes reclamar ante los jueces? Todos esos que dicen que hay que desobedecer la policía cuando te quiere echar de una plaza pública -¡y citan Gandhi!- deberían recibir después en casa a los jóvenes que pierdan un ojo con una pelota de goma, deberían pagar de su bolsillo la indemnización que los tribunales no darán. ¿Y por qué no la darán? Explíquelo, demócrata!, Venga: porque los Mossos antes de joderte con un porrazo te piden -con unos megáfonos a todo volumen- que hagas lo que te dicen, y, si no lo haces, te arriesgas a los porrazos, que tú mismo deberás asumir.
Después de pensarlo creo que los podemos catalogar a todos -como 'anarcopuritanos': en ellos tal vez no hay ningún llamamiento a la violencia, pero sí aquella retórica que te dice que la violencia no es enfrentarte a la policía sino cobrar mil o menos euros al mes o ver como te expropian la casa teniendo que seguir pagando la hipoteca. Evidentemente, si esto es la violencia, otras medidas que quieran romper con ello no son violentas sino salvadoras -las "amargas escaleras" de Durruti-, y es aquí donde se da paso a las dentelladas más difíciles de asumir.